27 mayo, 2012

Scarborough Fair - Capítulo 8

Ya casi es de noche. Vanessa está sentada en una de las piedras de la plaza principal del pueblo, jugando con una piedra. Está aburrida, no sabe cuánto tardará Hassel en salir de la posada, y quiere seguirle para averiguar cómo va a proteger a los ciudadanos esa noche, y a él también.
Después de un largo rato se ve su silueta. Vanessa se levanta rápidamente y se esconde en una esquina. Lo persigue de forma muy patosa por las calles del pueblo, hasta que comprueba que Hassel se dirige al bosque. Deteniéndose de pronto a mitad de distancia, en medio de la nada, representada por prados. 
-¿Se puede saber qué te dije antes? – Ni se ha girado. Vanessa también para unos segundos, luego corre hasta el lugar donde está Hassel.
-¿Cómo sabías que estaba detrás?
-Eres una inútil.
-¡¿Qué?!... Pero…
-Es cierto. – No parece muy agradecido por la preocupación de la chica. – Haces demasiado ruido, y nada más salir de la posada he notado tu olor cerca.
Vanessa se indigna, pero por ello no va a dejar de insistir.
-¿Eso es algún poder especial? ¿Huelo bien por lo menos? - Hassel permanece rígido como una piedra y no contesta. - ¿Por qué vas al bosque?
-Vuelve a casa. 
-Está a muchos días de aquí, por desgracia. 

La discusión fue larga, más de lo previsto por Vanessa. Hubo insultos de por medio y subidas de tono por ambas partes, y eso desquiciaba al noble ego de la adolescente. Pero terminó por inclinarse la balanza a su favor, acompañando a Hassel hasta su destino. 
Entraron en el bosque, y no se detuvieron hasta llegar a un prado destacado en el paisaje forestal. 
Vanessa miró curiosa a su alrededor, alcanzando a divisar unas formas humanas en la poca luz que llenaba el ambiente. 
-Ven. – Ordena Hassel. Y por sorpresa, ella acarrea sin musitar queja alguna. 
Alcanzan el pequeño y extraño grupo de personas presentes allí. La única chica observa a la acompañante de Hassel y, antes de nada, él da explicaciones. 
-Perdona Amber, no he podido hacer nada. – Calla. – Y sí, ella es Vanessa. 
Se oyen risas por parte de los dos chicos que miran curiosos a las dos mujeres. En seguida corren hasta Hassel y se lanzan encima suyo, tirándolo al suelo.

Vanessa se mantuvo quieta y serena, mirando los hipnotizantes ojos de Amber, de un amarillo real casi artificial, contrastando con su oscuro cabello. Era una mujer de mediana edad, pero tan atractiva como si tuviera dieciséis años. 

Al fin, una sonrisa rompe el silencio.
-Hola, señorita. – Y hace una reverencia de cabeza. Vanessa le contesta con un movimiento de mano, está nerviosa. 
-No te asustes. Sí que parezco una bruja, lo sé, y lo soy. Pero no como las de los cuentos y las leyendas, no te preocupes. – Se da la vuelta y se dirige a los tres chicos que siguen revolcándose por el suelo. - ¡Venga! Ahora mismo a las jaulas, no podemos esperar más. 
Ellos obedecen, y entones Vanessa se percata de las jaulas colosales y brillantes de su derecha, rodeadas por un círculo blanco en el suelo. Se dirigen corriendo y veloces hasta ellas y entran de un salto, cerrando las puertas a través de los ásperos barrotes. 
Después Amber va a la primera jaula, y hace un gesto a Vanessa para que se acerque.
-Ten cuidado de no romper el círculo. – Avisa. Vanessa obedece y se coloca a su lado. – Toma, sujeta esta cadena y rodea el candado, después pásalo por los barrotes dando muchas vueltas. Asegúrate de que no se rompa. 
Vanessa se percata de que es de plata, y los barrotes de la jaula también. Ahora lo entiende. Entonces mira al chico que hay dentro de la jaula. Es joven, un poco más mayor que ella. 
-¿Eres un hombre lobo? Te recuerdo de la posada. – Lo dice en inglés, ahora ya entiende y puede articular más fácilmente las frases. El chico sonríe.
-Soy Liam. Y tú Vanessa, encantado. – Vanessa le devuelve la sonrisa. 
Cuando termina con esa jaula, ayuda a Amber con la siguiente. 
-Y yo soy Wilder el Cazador. – El chico parecía muy satisfecho consigo mismo y se acercó cuanto pudo a la joven. – No pensé que serías tan guapa. – Un golpe en la cabeza interrumpe su mal intento de cortejo. 
-Mantén tu lengua tras los dientes Wild, es una chica de la nobleza. Ni se te ocurra volver a intentarlo. – Las palabras de Amber son afiladas y en seguida hacen callar al muchacho más joven de los cuatro adolescentes allí reunidos. 
Por último, la jaula de Hassel. 
-Amber, ¿podrás acompañar a Vanessa al castillo cuando terminéis? Tiene una brújula pésima en la cabeza, no llegaría ni al pueblo. 

Amber accedió. Y una vez terminados los preparativos, cumplió su palabra. Durante el camino, consiguió Vanessa las aclaraciones que quería. 

-¿Por dónde quieres que empiece? 
-Por el principio, quiero saberlo ya que voy a vivir aquí. – Amber era una persona dulce tras ese rostro impasible y duro. 
-Vale, pero no me interrumpas. – Se aclara la garganta. - Veamos, sabrás que hace ya varios siglos que se queman en la hoguera a las brujas seguidoras del diablo. Bueno, pues hace más o menos doscientos años, una de ellas se reveló contra los humanos en este pueblo. La acorralaron y acabó en una cruz como todas las demás. Pero, durante la quema, se dice que maldijo a aquellos que la sentenciaron a muerte. La maldición era la licantropía. – Hace una pausa. – Tras varios años, los atormentados ciudadanos consiguieron asesinar a aquellos que incubaban la maldición, aunque se llevó también a vidas inocentes de por medio. Lo que ellos no sabían, es que la licantropía es hereditaria. – Vanessa intenta formular una pregunta, pero Amber se adelanta. – Y no, si te hacen una herida no te envenenas y te conviertes en uno, tranquila. Estás a salvo. – Ríe mientras responde. – No sé cómo, la maldición ha renacido hace unos veinte años más o menos. Y la sufren Wild, Liam y Hassel. Para que no los asesinen yo me encargo de protegerlos y enseñarles a controlar ese instinto asesino que los invade. Los encierro todas las noches de luna llena en esas jaulas en mitad del bosque; desde los últimos años. No había habido ninguna muerte desde hace mucho tiempo, pero desde que llegaste tú y tu familia, ha cambiado. – Vanessa agacha la cabeza, sintiendo la culpabilidad. – No te preocupes, no ha sido culpa tuya. Tan sólo tu olor es el peligro, por lo que me contó Hassel, es una droga para él. – Después hay un silencio incómodo. 
-¿Siempre es así? – Pregunta Vanessa con curiosidad.
-No, pero se le hace difícil estar contigo. Aunque no esté en su forma de hombre lobo y la plata no pueda herirle, sus instintos y sentidos no se disipan del todo. – Vanessa asiente, aunque eso no la consuela. 
Amber se detiene y la abraza con fuerza.
-Tranquila, no es tu culpa lo que pasó la otra noche. Y esos tres imbéciles te caerán bien, pero ten cuidado con Wild, tiene la lengua demasiado larga y no sabe no callar.
Al cabo de unos minutos, Vanessa se decide a preguntar.
-Amber, ¿eres realmente una bruja?
Esta se echó a reír, no puede evitarlo. 
-No como las conoces. Lo soy, pero prefiero definirme como una curandera. Vivo en el pueblo como todos los demás, y las gentes que no creen en esos cuentos vienen a mí a que cure sus heridas. Aun así, mejor no menciones mucho mi nombre con ese sentido, ¿de acuerdo?. – La joven accede. – Muy bien, eres muy atractiva, ¿sabes? Tienes la delicadeza de una mariposa vanessa, seguro que por eso te pusieron ese nombre. Ahora, aprende a utilizar tu inteligencia de la misma forma que tu hermosura.

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