27 mayo, 2012

Scarborough Fair - Capítulo 5

Los dos jóvenes salieron de la taberna y se dirigieron al centro de la plaza, donde ya varias personas se habían reunido. Entre ellas, los nobles del castillo. 

-¡Vanessa! – Arely no consigue controlar ni el volumen de su voz ni el llanto que se le escapa, y corre hacia su hermana con los brazos extendidos. 
Las mellizas chocan de forma brusca y mantienen el abrazo durante un buen rato entre lágrimas. 
-No volveré a separarme de ti nunca. – Repiten varias veces las dos juntas. 
Dominick se acerca a ellas, y mira al jovencito que las acompaña sin comprender. Vanessa se da cuenta y decide explicarlo todo, aunque con una versión diferente a la verdadera:
-Dominick, él es Hassel. Me salvó del ataque del licántropo. 
Dominick no da a crédito, pero mantiene la compostura. 
-¿Y Drake? Le ordené que se quedara contigo.
-…Drake está muerto en la taberna… su cadáver está subiendo las escaleras…
Los padres de las mellizas y los señores feudales llegan en ese mismo momento. Habían sido avisados por Dimitri de la situación.
-¡Hijas! – Kristen, la madre de las niñas, va corriendo a su lado. Está realmente preocupada. – En seguida nos iremos a casa, primero tenemos que encargarnos de los aldeanos. – Intenta tranquilizarlas. 
Tanto Arely como Vanessa asienten, aun están confusas. Sobre todo Vanessa, hace mucho que dejó de creer en los cuentos infantiles y las pesadillas, ahora es diferente. 
-Madre, ¿puede venir él también? Este campesino me salvó la vida. – Mueve la cabeza en dirección a Hassel, Miss Kendrik lo evalúa, y en pocos segundos da el visto bueno. 

Fueron las horas más lentas en la vida de los extranjeros españoles, nunca antes habían oído hablar de criaturas demoníacas en el condado de Yorkshire. Cuando por fin hubo terminado todo y se aseguraron de que la criatura no volvería esa noche, decidieron volver al hogar. Una vez allí, dejaron que los jóvenes pudieran lavarse, incluso Hassel. Y aquellos que pudieron dormir, así lo hicieron. Arely tardó bastante, pero al fin lo logró. Los únicos que no pudieron conciliar el sueño fueron Vanessa, aterrada todavía por las imágenes que había contemplado, y Hassel, sintiéndose la persona más culpable de toda Inglaterra, y tal vez de Europa.
Al llegar la mañana, muchos de ellos aun no se creían lo que había ocurrido. Todos se reunieron en el comedor para zanjar el asunto.

-¡¿Qué demonios ha ocurrido aquí, Antony?! – Sr Kendrik echa humo por los ojos. – ¿Desde cuándo ocurre esto?
-…Desde hace unos veinticinco años. – Contesta Selma, al ver que su marido no está dispuesto.
-¿Y por qué no avisáis a los transeúntes o comerciantes que vienen aquí? ¿Por qué no a nosotros? – Miss Kendrik no lo entiende. 
-Porque sino este pueblo caería abandonado. Necesitamos el comercio para sobrevivir aquí.
-¡Pero están poniendo en peligro a mucha gente! – Interviene Arely, en nombre de su hermana. – Vanessa tiene razón, así sólo conseguirán que haya varias muertes. 
El matrimonio East no intenta protegerse a los ataques.
-¿Por qué continúan viviendo aquí los campesinos? 
-Porque es su hogar, han nacido aquí y no quieren abandonarlo. Al igual que nosotros. – Dominick es sincero, y tiene mucha razón.

En pocos minutos llegó el turno al asunto de Hassel. Lo hicieron llamar, y el muchacho se presentó, comportándose esta vez como es debido ante alguien de la realeza. 
-Bien, toma asiento, chico. – Lo invita Sr East. 
Hassel obedece, sentándose en el único sitio que queda libre, junto a las mellizas. Calla hasta que empiezan a interrogarle. 
-¿Cómo lo hiciste? – Comienza Sr East, pero su amigo le corta. 
-Antes de eso, Antony, creo que deberíamos dar las gracias al muchacho, y sobre todo yo. – Gira la vista hacia Hassel, mientras señala a Vanessa. – Has salvado a mi hija menor, y estaré eternamente agradecido a tu valentía. Gracias, de verdad. – Hace una pausa. – Dinos tu nombre, chico. 
-Hassel, señor. – No duda. 
-Hassel,… ¿tu apellido? 
-Perdóneme, pero no conozco mi apellido. Lo único que puedo decirle es que trabajo en la taberna del pueblo. Jerson, el posadero, se hace cargo de mí y de dos chicos más. 
-Entiendo… - Pronuncia Miss East. Los demás atienden ávidos y con interés la conversación, sobre todo una de las mellizas. 
-Explícanos lo que ocurrió, por favor. 
Hassel no responde a esta proposición, así que Vanessa ocupa su lugar, gracias a la traducción de su hermana. 
-Volví al pueblo, acompañada por Drake, para buscar a mi hermana y a Dominick, padre. Entramos en la taberna y Drake me dijo que me escondiera en el piso superior, atrancó la puerta y nos escondimos. – Hace una pausa, piensa omitir algunos apartados. – Oímos un ruido y el demonio apareció. Drake me defendió, pero… - Continúo desde otra escena. Todos la escuchaban sin cortarla. – En el último momento apareció Hassel, ahuyentó a la criatura con una de las cuerdas con esencia de plata que utilizamos Drake y yo para resguardarnos. 
El silencio se prolonga unos segundos, hasta que se dan cuenta de que allí ha acabado la narración de la chica.
Los padres de las mellizas se levantan y se acercan a los asientos de los adolescentes. Sr Kendrik hace un gesto a Hassel y a sus hijas para que se levanten. 
-En nombre de mi mujer y mío, te damos las gracias de corazón. Y, nos gustaría, que ocuparas el sitio de protector de mi hija, viviendo aquí en el castillo con nosotros. Estará segura en tus manos. 
-Estoy de acuerdo con mi marido, muchas gracias. – Miss Kendrik le da dos besos al campesino, uno en cada mejilla. Este se ruboriza, pero no los disfruta como un alago, sino como una equivocación. 
-Id a descansar si queréis. Aun no es la hora de la comida.
Dominick se acerca a Arely.
-¿Te gustaría dar un paseo conmigo? – Arely sonríe, asintiendo a su proposición.
Vanessa se lo piensa.
-Querría ir al pueblo, quiero comprobar cómo están los ciudadanos. 
Sus padres admiran el corazón de su hija, y ordenan a Hassel que la acompañe. Este accede, y lo ayuda a Vanessa a levantarse. Mientras dan unos pasos en dirección al vestíbulo, Hassel se derrumba, cayendo al suelo, inconsciente.
Vanessa grita y se arrodilla, dándole la vuelta con cuidado.
-¿Le curasteis las heridas? – Pregunta rápido a una de las sirvientas que se acerca. 
-Lo mejor que pudimos, señorita.
-¡Pues no ha sido suficiente! – Grita enfurecida la adolescente. – Subámoslo arriba, yo os acompañaré.

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