27 mayo, 2012

Scarborough Fair - Capítulo 2

Las horas de sueño pasaron rápidas por el cansancio del viaje. La mañana llegó calurosa, con la característica temperatura de junio.

Vanessa despierta con la luz de un rayo de sol entrando por la ventana. Se toma su tiempo, entre esas sábanas limpias una se siente demasiado a gusto. 
Cuando decide abrir del todo los ojos observa la habitación desde su almohada; dos armarios de madera oscura, separados por un escritorio de gran tamaño, unas mesillas diminutas al lado de las camas, con un candelabro cada una con velas aun sin estrenar. 
Echa un vistazo a su hermana, ella sigue en la cama. Vanessa sonríe, un pensamiento malévolo y juguetón la atrae. Se separa de su dormitorio e incorpora, dejando que el camisón caiga a su manera sobre su cuerpo, ya poco adolescente. Intenta no hacer ruido, apoyando la planta del pie de forma muy delicada. Se separa del suelo y coloca al lado de Arely, va dejando caer el peso poco a poco para no despertarla. 
Entonces, comienza a soplar en la oreja de su hermana, produciendo unas cosquillas que crean espasmos en el cuerpo dormido. Se ríe mientras juega, quiere hacer enfadar a su melliza. Sigue soplando, hasta que un puñetazo en la cara hace que se caiga al suelo. Un grito sale de su garganta, creando así un brusco despertar para Arely.
-¿Qué pasa? – Mira a Vanessa, tirada en el suelo, rodando sobre sí histérica.
-¡Que qué pasa! ¡Pues que me has dado un puñetazo en la cara! – Grita enfadada. 
Arely no entiende en principio, pero en seguida comienza a reírse de su hermana, entiende que falló en su intento de despertarla.
Trucan en la puerta, y al abrirla aparecen dos hombres grandes y fuertes. Las mellizas se quedan anonadadas.
-Disculpen por la interrupción, señoritas. Soy Drake, y mi compañero Dimitri. Nos han encargado que les acompañemos en todo momento por su protección. – Suelta lo que le han ordenado con la vista en el suelo, no tiene permitido mirar a las hijas de los Kendrik sin su consentimiento.
Las hermanas siguen en sus lugares, quietas, un poco extrañadas por la situación. No se lo esperaban. Vanessa rompe el hielo levantándose y sacude su camisón. 
-Bueno… pues, bien. – No sabe exactamente qué decir. - ¿Hay algún plan ya hecho para hoy? 
-Sí, señorita Vanessa. El señorito Dominick ha decidido llevaros a su hermana y a usted, después de la comida, por los alrededores para conocer el condado. – Informa Dimitri, también con la vista en otro lugar. 
-Entendido, ¿podéis ir a avisar a los señores de que bajaremos en media hora, por favor? – Pide Arely en inglés.
-Sí, señorita. – Ambos hacen una reverencia y salen de la habitación dejándoles intimidad a las jovencitas. 

Durante esa media hora hubo cuchicheos, bromas, cosquillas, juegos entretenidos y tirones de ropa, unos cuantos dolores de pecho y momentos sin respiración. Al final, las antes niñas somnolientas, se convirtieron en unas damas hermosas de clase alta, con la única diferencia del color del cabello y de sus ojos, rebosantes de curiosidad.

Aquel día estuvo lleno de naturaleza y curiosidades. Los campesinos pudieron descubrir a las personas que protegía el carruaje del día anterior, dos adolescentes de gran belleza y elegancia paseaban por las calles empedradas del lugar. Una de ellas, la del pelo liso y del color del sol, tan raro de ver por ese reino, iba recogida por el brazo del hijo del señor feudal, quien les explicaba la historia de Scarborough con alegría y, presentándoles a personajes característicos de la población. Pero siempre con una escolta personal de dos hombres que nunca cambiaban la expresión del rostro, recto y simétrico.

Vanessa está impresionada, los hogares y la gente se reflejan en el espejo de sus ojos esmeralda. Es todo muy diferente a España, no mejor, tampoco peor, diferente nada más. Una diferencia que le gusta, aun sin ver muchos ratos el cielo despejado. 
Dominick no cesa de contarles todo lo que él sabe, echa de vez en cuando una mirada a sus acompañantes. Charla con Arely con frecuencia pidiéndole su opinión, y pregunta cualquier cosa a Vanessa con tal de que consiga decir unas pocas palabras en inglés, quiere ayudarle a entender el idioma. 
Él se detiene y se dirige a Vanessa una vez más, le habla en inglés, de forma lenta, pero por la cara que pone la muchacha, no entiende muy bien. Repite entonces, esta vez en español.
-Si hay algo que no entiendes, puedes pedirme que te lo repita con otras palabras o en español. No me resulta difícil. 
Vanessa se sonroja de vergüenza, que una dama no sepa por lo menos dos idiomas, es algo innegable.
-No, no te preocupes. – Consigue pronunciar sin dificultad. – Gracias, pero prefiero intentarlo yo sola.
-De acuerdo… - Pero no le va a hacer mucho caso, al menos, no siempre. – Vayamos a la posada, beberemos algo.
Se acercan a la puerta, permitiendo Dominick que pasen ellas primero, haciendo los honores. Les hace sentarse en una mesa al fondo del todo. 
El ambiente está animado, varias personas charlan  en las mesas de alrededor, y los encargados del lugar limpian y sacan a relucir el barniz de la madera. Dominick se acerca al tabernero. 
-Buenos días, Jerson. 
-Bienvenido, señorito Dominick. ¿Qué quiere tomar hoy?
-Póngame una jarra de hidromiel para mí y dos vasos de agua para las señoritas. – Dice señalando hacia el lugar donde se encuentran. 
En no mucho tiempo vuelve a la mesa con las bebidas entre las manos, las apoya y se sienta, de espaldas a la muchedumbre. 
Vuelven a charlar, en inglés, claro. Y surgen vivencias de la infancia y comparaciones. Son jóvenes, aventureros, y aun tienen algunas fantasías en la cabeza que sacan a relucir, aprovechando que los padres no se encuentran cerca. 
Vanessa intenta seguir la conversación, pero le es demasiado complicado por la velocidad con la que hablan Dominick y su hermana, así que acaba evadiéndose del lugar sin percatarse. Mira hacia delante, durante mucho rato no piensa en nada, hasta que Arely le roza el brazo con la mano.
-¿Estás bien? – Le pregunta en el lenguaje de su infancia.
-Oh, sí, tranquila.  Sólo que me gustaría volver al castillo, va a anochecer en breves, y estoy cansada. 
Dominick interviene.
-Está bien, vámonos. 
-No, no hace falta que me acompañéis, me iré con Drake. Me apetece pasear. 
Le da un beso a su hermana y se levanta, haciendo una reverencia a su anfitrión. No se gira, sale directamente a la calle, con Drake pisándole los talones, trabajo que hace incluso mejor que la sombra de ella.
Aun hay luz en el horizonte, aunque no durará mucho, la luna llena ya se aposenta en el cielo. 
La puerta de la taberna se abre a sus espaldas, Vanessa se gira, pensando en su hermana. Pero en vez de a ella, se encuentra una figura masculina de su edad. Soporta una caja, pesada, los brazos le tiemblan del esfuerzo. El muchacho se detiene, mirándola con desdén. Vanessa se extraña, que un campesino le mire de esa forma es algo asqueroso, no está en su derecho. Así que se cruza de brazos, de forma desafiante. Drake observa a ambos, no sabe qué hacer. El muchacho continúa con los ojos clavados en ella, no pestañea. 
De repente, le da una sacudida y gira la cabeza. Empieza a caminar por la calle para dar la vuelta a la taberna. 
-¡Eh, muchacho! – Lo llama Vanessa enfurecida, pero él no hace respuesta. - ¡Te estoy hablando, plebeyo!... ¡Oye! – Nada. - …Increíble…
Echa a caminar en la dirección que ha tomado el muchacho, está enfadada. Si va a vivir allí no puede permitir que los campesinos la traten como una igual. Drake la sigue, se lo está pasando bien con esa niña, es curiosa. 
Vanessa gira la esquina que había tomado el chico hace apenas cinco segundos, pero él ya no está. Extrañada, Vanessa da vueltas oteando a la poca gente que queda en las calles.
-Señorita, hay que irse ya. 
Vanessa accede. 
El sol ya ha desaparecido en el pequeño rato que ha pasado, ocupando su lugar la luna, majestuosa y brillante en el cielo. Una luna azul, ataviada con una densa capa de nubes a su alrededor.

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