RUTZ
Me
desperté de golpe, con una fuerte sensación de ahogo en mi garganta. Abrí los
ojos a duras penas y vi como un hombre con una máscara blanca hacía presión,
sumergiéndome entre el colchón de la cama. Su negro siniestro de la sudadera se
entrelazaba con la piel de mi cuello conforme siguió apretando. No podía
respirar.
Hice
el amago de intentar apartarlo de mí, en vano. Comenzaba a marearme, ya casi no
quedaba aire en mis pulmones. No podía moverme, las sábanas no me dejaban
espacio, me colapsaban dentro de ellas; detalle que aquel extraño aprovechaba
para acabar su trabajo.
Volví
a intentarlo, conseguí liberar un poco el espacio que nos separaba, pero sus
manos no conseguí separarlas de mi cuello. De repente algo cambio en él, la
máscara comenzó a desaparecer inexplicablemente, pude captar rostro tras ella.
Apareció una boca, también una nariz. Y una descarga de dolor me obligó a
cerrar los ojos y a intentar controlar esa sensación extranjera. Ahora sí que
estaba desesperada, ya no podía respirar, me moví histérica intentando
conseguir el aire necesario para no morir, necesitaba una bocanada de oxígeno.
Ya no aguantaba más, ya no aguantaba más y… por supervivencia abrí la boca
cuanto pude, llenando mis vacíos pulmones cuanto pude. Respiré de forma
escandalosa mientras comprobaba con exclamación como mi asesino se había
apartado de mí. Me arrodillé en la cama intentando así coger mejor el aire,
pero no le quitaba el ojo de encima, y él a mí tampoco. Volvía a llevar puesta
la máscara, intacta. Se fue separando de mí paso a paso, andando hacia atrás.
Hasta que a mitad de sala, flexionó las rodillas y descansó su cuerpo en una
silla. Se acomodó y siguió fijando su atención en mí.
No
entendí nada, pero por alguna extraña razón no le presté mucha atención, me
encogí y escondí la cabeza entra los brazos, boca abajo, concentrándome sólo en
mi respiración entrecortada.
Entonces
volví a abrir los ojos, pestañeé hasta que la niebla desapareció, dejando paso
a la luz artificial del techo. Estaba tumbada en la cama, de cara a la pared.
Giré para colocarme boca arriba, extrañada. Había tenido una pesadilla.
-¿Ya despertaste?
Giré
la cabeza, y me sorprendió encontrarme a Eric sentando en una silla, justo en
mitad de la habitación, justo donde se había colocado el asesino de mi sueño.
Me levanté dolorida,
tenía todo el cuerpo entumecido, pero no me importó. El odio me corroía por
dentro como nunca. Corrí con demasiada velocidad los apenas tres metros que nos
separaban y me abalancé sobre él. Me rodeó la cintura a la vez que mis manos
alcanzaron su cuello, la silla volcó y acabamos en el suelo. Yo encima suyo,
con lágrimas de odio entornando mi vista, y él evaluando mi expresión sin
ninguna emoción en su mirada, eran unos ojos vacíos. No me apartó, me dejó
seguir apretando su cuello.
-¿Por qué no haces
presión? – Su pregunta me cogió desprevenida, y sin querer, mis dedos siguieron
su orden, haciendo toda la fuerza que podían sobre su carne. Eric no respiraba,
se mantuvo rígido un minuto, o puede que más, dejando que mis lágrimas
resbalaran por sus mejillas.
-Ya está bien. –
Anunció con falta de voz. Separó los brazos de mi cadera y me agarró a la
altura de los codos. Hizo un corto movimiento, obligándome por el dolor a
soltarle enseguida, pero no me apartó de su pecho, me dejó ahí.
-Te odio…
-Lo sé. – Dijo con
frialdad. – Y espero que siga siendo así.
No
abrí la boca ante aquella respuesta, no la esperaba. Me temblaba el cuerpo de
nuevo, de una forma incontrolable. Eric se incorporó, me levantó igual que a
una pluma y me volvió a dejar en el suelo. Él abrió la puerta y desapareció, tomando
el pasillo de mi huida.
Me quedé
ahí, quieta como un árbol, viendo como le perdía de vista. Tenía miedo, no le
encontraba sentido a esta situación. Eric me había engañado, había estado
conmigo todo este tiempo para vigilarme, seguramente había hecho lo mismo que
los demás secuestradores con las chicas: salir con ellas, ganarse su confianza
para luego secuestrarlas y romperles el alma. ¿Para qué? No lo sé, puede que
sea puro entretenimiento, al fin y al cabo, estábamos separadas del resto del
mundo y nos hacían pelear para que ellos pudieran golpearnos. Pero, seguía sin
tener sentido, era ridículo.
Tenía
que volver a intentarlo, salir de allí, sabía dónde estaba la salida, tan sólo
ser más rápida era lo que me hacía falta. Me sería difícil en mi estado, pero
había que intentarlo.
Me
acerqué a la puerta y apoyé la mano en su superficie. Acerqué la otra al
manillar y tiré. Abierta… me reí… ¿era una broma de mal gusto o qué?
Daba
igual, si había trampa me cogerían, sino, tal vez no. Me deslicé por el
pasillo, escuchando por si alguien se encontraba por la zona, no corría, iba
caminando. Llegué hasta las escaleras y las subí ayudándome por los brazos. No
llegué hasta arriba, me paré a mitad altura para oír alguna señal de actividad.
Pero no era así… ¿dónde estaban? Acabé llegando a la planta superior, fui a
subir el resto de escaleras, pero una puerta me llamó la atención, deteniendo mi
huida. Era la sala donde se habían reunido la vez anterior. Dudé… No pude
evitarlo, me acerqué hasta ella y me mantuve en silencio. No había nadie
dentro, abrí la puerta, tampoco estaba cerrada… era una trampa seguro, no
podían haberme dejado dos puertas abiertas porque sí. Yo lo sabía, pero aun así
entré y cerré sin hacer ruido, con el pestillo puesto.
La
habitación era pequeña, ocupada por una mesa con tres ordenadores y un montón de
informes sobre los teclados. Miré las tres pantallas, y me sorprendí al
averiguar que se trataba de cámaras del exterior. En ellas se distinguía una
calle con coches y un edificio alto, era de noche. Miré la hora, 02:53 ; 14-10-2082.
No
podía creerlo… era domingo… Habían transcurrido apenas unas horas desde el
secuestro en la calle… Increíble. Volví a fijarme en el paisaje dejando de lado
la fecha, las cámaras conducían al mismo lugar desde diferentes ángulos,
vigilando así la calle en su totalidad. No circulaba nadie por ella, aunque era
normal a aquellas horas. No conseguí reconocer donde me encontraba, pero aun
así, qué más daba. Sabía que estaba en la misma ciudad donde yo vivía, con eso
me bastaba.
No
podía entretenerme, bajé la mirada a los folios que allí había. Encontré los
nombres de las seis chicas que estábamos secuestradas, con informes de cada
acto nuestro. En el mío aparecían mi intento de huida, además de los segundos
aguantados en las peleas y si había digerido alimentos o no. ¿Qué? Pero… ¿esto
qué era? ¿Acaso un experimento? Seguí removiendo el poco orden que había hasta
que una tapa de cuaderno apareció ante mí, mi cuaderno… Era mi diario, lo cogí
rápidamente comprobando su estado. Habían escrito en estas páginas, las pasé
hasta las últimas y me encontré palabras subrayadas en la parte de política.
Con la palabra OCuST redondeada con bolígrafo rojo numerosas veces… ¿OCuST? …¿OC…
¡¡OCuST!!
¿Ellos
eran OCuST acaso? … No podía ser, si lo eran no podía huir. Ellos eran los
buenos… Estaba afirmando opciones que no sabía si tenían verdad o no, me estaba
precipitando. Hasta ahora sólo había visto mi diario subrayado, nada más…
Un
ruido en la puerta me devolvió al interior de la sala, alguien había intentado
abrirla. El movimiento se repitió un par
de veces más.
-¿Quién eres? ¡Abre! –
Era la voz de Eric… - ¡¡Rutz!!
El
miedo me corrompió en ese instante… tenía que salir de allí…
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