07 diciembre, 2011

¿El fin justifica los medios? - Capítulo 9


RUTZ


Me desperté de golpe, con una fuerte sensación de ahogo en mi garganta. Abrí los ojos a duras penas y vi como un hombre con una máscara blanca hacía presión, sumergiéndome entre el colchón de la cama. Su negro siniestro de la sudadera se entrelazaba con la piel de mi cuello conforme siguió apretando. No podía respirar.
Hice el amago de intentar apartarlo de mí, en vano. Comenzaba a marearme, ya casi no quedaba aire en mis pulmones. No podía moverme, las sábanas no me dejaban espacio, me colapsaban dentro de ellas; detalle que aquel extraño aprovechaba para acabar su trabajo.
Volví a intentarlo, conseguí liberar un poco el espacio que nos separaba, pero sus manos no conseguí separarlas de mi cuello. De repente algo cambio en él, la máscara comenzó a desaparecer inexplicablemente, pude captar rostro tras ella. Apareció una boca, también una nariz. Y una descarga de dolor me obligó a cerrar los ojos y a intentar controlar esa sensación extranjera. Ahora sí que estaba desesperada, ya no podía respirar, me moví histérica intentando conseguir el aire necesario para no morir, necesitaba una bocanada de oxígeno. Ya no aguantaba más, ya no aguantaba más y… por supervivencia abrí la boca cuanto pude, llenando mis vacíos pulmones cuanto pude. Respiré de forma escandalosa mientras comprobaba con exclamación como mi asesino se había apartado de mí. Me arrodillé en la cama intentando así coger mejor el aire, pero no le quitaba el ojo de encima, y él a mí tampoco. Volvía a llevar puesta la máscara, intacta. Se fue separando de mí paso a paso, andando hacia atrás. Hasta que a mitad de sala, flexionó las rodillas y descansó su cuerpo en una silla. Se acomodó y siguió fijando su atención en mí.
No entendí nada, pero por alguna extraña razón no le presté mucha atención, me encogí y escondí la cabeza entra los brazos, boca abajo, concentrándome sólo en mi respiración entrecortada.
Entonces volví a abrir los ojos, pestañeé hasta que la niebla desapareció, dejando paso a la luz artificial del techo. Estaba tumbada en la cama, de cara a la pared. Giré para colocarme boca arriba, extrañada. Había tenido una pesadilla.
-¿Ya despertaste?
Giré la cabeza, y me sorprendió encontrarme a Eric sentando en una silla, justo en mitad de la habitación, justo donde se había colocado el asesino de mi sueño.
          Me levanté dolorida, tenía todo el cuerpo entumecido, pero no me importó. El odio me corroía por dentro como nunca. Corrí con demasiada velocidad los apenas tres metros que nos separaban y me abalancé sobre él. Me rodeó la cintura a la vez que mis manos alcanzaron su cuello, la silla volcó y acabamos en el suelo. Yo encima suyo, con lágrimas de odio entornando mi vista, y él evaluando mi expresión sin ninguna emoción en su mirada, eran unos ojos vacíos. No me apartó, me dejó seguir apretando su cuello.
-¿Por qué no haces presión? – Su pregunta me cogió desprevenida, y sin querer, mis dedos siguieron su orden, haciendo toda la fuerza que podían sobre su carne. Eric no respiraba, se mantuvo rígido un minuto, o puede que más, dejando que mis lágrimas resbalaran por sus mejillas.
-Ya está bien. – Anunció con falta de voz. Separó los brazos de mi cadera y me agarró a la altura de los codos. Hizo un corto movimiento, obligándome por el dolor a soltarle enseguida, pero no me apartó de su pecho, me dejó ahí.
-Te odio…
-Lo sé. – Dijo con frialdad. – Y espero que siga siendo así.
No abrí la boca ante aquella respuesta, no la esperaba. Me temblaba el cuerpo de nuevo, de una forma incontrolable. Eric se incorporó, me levantó igual que a una pluma y me volvió a dejar en el suelo. Él abrió la puerta y desapareció, tomando el pasillo de mi huida.
Me quedé ahí, quieta como un árbol, viendo como le perdía de vista. Tenía miedo, no le encontraba sentido a esta situación. Eric me había engañado, había estado conmigo todo este tiempo para vigilarme, seguramente había hecho lo mismo que los demás secuestradores con las chicas: salir con ellas, ganarse su confianza para luego secuestrarlas y romperles el alma. ¿Para qué? No lo sé, puede que sea puro entretenimiento, al fin y al cabo, estábamos separadas del resto del mundo y nos hacían pelear para que ellos pudieran golpearnos. Pero, seguía sin tener sentido, era ridículo.
Tenía que volver a intentarlo, salir de allí, sabía dónde estaba la salida, tan sólo ser más rápida era lo que me hacía falta. Me sería difícil en mi estado, pero había que intentarlo.
Me acerqué a la puerta y apoyé la mano en su superficie. Acerqué la otra al manillar y tiré. Abierta… me reí… ¿era una broma de mal gusto o qué?
Daba igual, si había trampa me cogerían, sino, tal vez no. Me deslicé por el pasillo, escuchando por si alguien se encontraba por la zona, no corría, iba caminando. Llegué hasta las escaleras y las subí ayudándome por los brazos. No llegué hasta arriba, me paré a mitad altura para oír alguna señal de actividad. Pero no era así… ¿dónde estaban? Acabé llegando a la planta superior, fui a subir el resto de escaleras, pero una puerta me llamó la atención, deteniendo mi huida. Era la sala donde se habían reunido la vez anterior. Dudé… No pude evitarlo, me acerqué hasta ella y me mantuve en silencio. No había nadie dentro, abrí la puerta, tampoco estaba cerrada… era una trampa seguro, no podían haberme dejado dos puertas abiertas porque sí. Yo lo sabía, pero aun así entré y cerré sin hacer ruido, con el pestillo puesto.
La habitación era pequeña, ocupada por una mesa con tres ordenadores y un montón de informes sobre los teclados. Miré las tres pantallas, y me sorprendí al averiguar que se trataba de cámaras del exterior. En ellas se distinguía una calle con coches y un edificio alto, era de noche. Miré la hora, 02:53 ; 14-10-2082.
No podía creerlo… era domingo… Habían transcurrido apenas unas horas desde el secuestro en la calle… Increíble. Volví a fijarme en el paisaje dejando de lado la fecha, las cámaras conducían al mismo lugar desde diferentes ángulos, vigilando así la calle en su totalidad. No circulaba nadie por ella, aunque era normal a aquellas horas. No conseguí reconocer donde me encontraba, pero aun así, qué más daba. Sabía que estaba en la misma ciudad donde yo vivía, con eso me bastaba.
No podía entretenerme, bajé la mirada a los folios que allí había. Encontré los nombres de las seis chicas que estábamos secuestradas, con informes de cada acto nuestro. En el mío aparecían mi intento de huida, además de los segundos aguantados en las peleas y si había digerido alimentos o no. ¿Qué? Pero… ¿esto qué era? ¿Acaso un experimento? Seguí removiendo el poco orden que había hasta que una tapa de cuaderno apareció ante mí, mi cuaderno… Era mi diario, lo cogí rápidamente comprobando su estado. Habían escrito en estas páginas, las pasé hasta las últimas y me encontré palabras subrayadas en la parte de política. Con la palabra OCuST redondeada con bolígrafo rojo numerosas veces… ¿OCuST? …¿OC… ¡¡OCuST!!
¿Ellos eran OCuST acaso? … No podía ser, si lo eran no podía huir. Ellos eran los buenos… Estaba afirmando opciones que no sabía si tenían verdad o no, me estaba precipitando. Hasta ahora sólo había visto mi diario subrayado, nada más…
Un ruido en la puerta me devolvió al interior de la sala, alguien había intentado abrirla.  El movimiento se repitió un par de veces más.
-¿Quién eres? ¡Abre! – Era la voz de Eric… - ¡¡Rutz!!
El miedo me corrompió en ese instante… tenía que salir de allí…


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