ERIC
9 no
la soltaba. Ella se retorcía ante su agarro para intentar zafarse, pero él
respondía haciendo más fuerza en su cuello. Rutz intentaba no llorar, aunque no
lo conseguía del todo. Nos dirigimos hacia la sala de los combates. 9 tiró a
Rutz al suelo de forma muy brusca, sin ella levantarse.
-Traed a vuestras
chicas a la sala principal. – Les comunicó 9 a mis cinco compañeros y recibimos
sus respuestas por los micros. En pocos minutos aparecieron todos acompañados
de las adolescentes, esta vez no llevaban nada que les impidiera vocalizar, ni
tampoco se encontraban atadas.
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las mandó sentarse donde se encontraba Rutz, y cuando comprobaron que estaba
llorando, corrieron para ver si le habíamos hecho algo malo. Pero la áspera voz
de 9 cortó sus palabras.
-Bien, vais a recibir
un pequeño castigo, chicas. Gracias a Rutz. – Esperó a ver si ellas le habían
comprendido pero no fue así. - ¡Mónica! ¡Ven aquí!
Una
chica de unos dieciocho años, pálida y con una melena corta y oscura se acercó
a 9 con miedo. Ya sabía lo que le iba a ocurrir. Y recibió un puñetazo en la
cara sin apenas darse cuenta. Su expresión era de dolor, pero volvió a
levantarse, y otro puñetazo cruzó su rostro. Así hasta que acabó rendida en el
suelo y 2 la hizo ponerse de pie para acompañarla a su habitación.
-¡Nikky! – Cuando la
llamó 9, Nikky comenzó a llorar desconsoladamente, no podía parar. La chica
estaba aterrorizada, pero 9 la obligó a apartarse de las demás. La cogió a la
fuerza de la muñeca y comenzó la misma escena de antes.
Tanto
4, como los demás, miraban sin comprender a nuestro compañero. Estaba
demasiado enfadado, y no sabían por qué, no debían de haberse enterado del
intento de huir de Rutz.
Este
castigo acabó pronto, y le siguieron otros tres, dejando a Rutz ver como sus
amigas sufrían violentamente por su culpa. Seguía llorando, hasta que 9 le hizo
señas de acercarse a él cuando se habían ido todos, dejándonos a
ella, 9 y a mí solos en la sala.
Ella
titubeó, pero adoptó rápidamente la posición de defensa y fue acercándose a mi
compañero paso por paso. 9 no dudó y dirigió una patada a su cara;
sorprendentemente ella la paró. Pero tras ese golpe sin apenas un respiro le
siguió otro, y otro, y otro y así sucesivamente hasta que Rutz no pudo
desprenderse de todos y le acabó alcanzando una lluvia de puñetazos y patadas.
Al
final, ella estaba en el suelo intentando respirar. Había durado poco, pero
había durado, que es lo que pretendía 9.
-Llévatela ya, 6. – Lo dijo
con una sonrisa, me di cuenta de que empezaba a creer que podría conseguirlo.
Me
acerqué a Rutz y esta vez no la recogí en brazos, sólo la ayudé a levantarse.
No podía mantenerse en pie, se mareaba. Nos dirigimos con paso lento a su
habitación, y por mitad camino aparecieron 7 y 8. Me saludaron y acompañaron
hasta la habitación de Rutz.
Cuando
llegamos me ayudaron a abrir la puerta para que no tuviera que soltarla y entré
con ella en la estancia, esperándome 7 y 8 en el pasillo, observándonos desde
el cristal. La acompañé hasta la cama y la dejé con delicadeza sobre ella. Di
media vuelta y fui a la puerta, pero sus palabras me detuvieron a pocos metros.
-¿Por qué? – Su voz era
débil, no me giré. No quería ver como apenas podía mantenerse en pie.
-Eric contéstame, ¿por
qué me estás haciendo esto? – Seguí quieto en mi sitio sin responder, tan sólo
giré para mirarla, era lo menos que se merecía por su esfuerzo.
-¡¿Qué cojones
quieres de mí?! ¡¿Por qué?! – Gritaba enfurecida
y asustada, no pensé que tardaría tanto en hacerme estas preguntas.
-Yo te quiero, Eric.
Entonces… - Sus ojos temblaban, también sus labios. Estaba a punto de
desmayarse.
-Pero yo a ti no.
Después
de mis palabras hubo silencio, ya había caído dormida. Me acerqué hasta su
lado. Sí, se había desmayado. La recogí y recoloqué mejor en la cama. Su
camiseta se levantó un poco, dejando al descubierto su vientre. La piel de la
zona tenía magulladuras y pequeños moratones, también estaba enrojecida. Los
oculté con la tela de la ropa, después la miré.
-Lo siento…
Me
separé de su lado y salí de la habitación, dejando a Rutz sola en el silencio. 7
se acercó a mí.
-Tío, ¿estás bien? –
Estaba muy preocupado, al igual que 8, quien me miraba detrás de 7.
-Sí, no te preocupes. –
Mis palabras fueron secas y pronunciadas mientras cruzaba a su lado con la
cabeza gacha.
Sí,
le había dicho que estaba bien, pero una lágrima imperceptible estaba cruzando
mi rostro en aquel momento. Una lágrima de culpa y empatía.
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