RUTZ
No
podía parar de llorar, tanto por el dolor físico como psicológico. No entendía
nada, ¿quiénes eran esos hombres?, ¿quién era Eric?, ¿qué querían de nosotras?
No encontraba respuestas.
Seguí
desechando lágrimas hasta que me quedé sin ellas, rodé sobre mí y me quedé
mirando al pasillo a través del cristal fijamente. ¿Seguía allí Eric? Despacio,
me separé de la cama y anduve como pude hasta la pared. Me apoyé en el cristal
y eché un rápido vistazo al pasillo. Nada.
Ya
estaba harta. No podía más. Observé cada rincón de la habitación, intentando
hallar alguna cámara. Me extrañó que no me tuvieran vigilada, pero así era. Eché
cuentas, supuse que aun no había pasado la media hora desde que Eric se había
ido. Quería que estuviera cerca, necesitaba llamar su atención, necesitaba que
me explicara lo que ocurría. Y por ese pequeño instante, no tuve miedo.
Decidida,
me acerqué a la puerta y grité, grité muy fuerte, cuanto pude.
-¡Sacadme de aquí!, ¡no
sois nadie!, ¡cabrones! – No paraba de repetirlo una vez tras otra.
-¡Sois unos cabrones!
¡¿Me habéis oído?! ¡Unos cabrones! – A la vez que gritaba le di una fuerte
patada a la puerta. Noté el eco del metal rozando con la cerradura y un sutil sonido.
Entonces callé, me acerqué a la puerta y giré el pomo. La puerta estaba
abierta.
Mis
ojos se abrieron muchísimo, no lo podía creer. Cómo era posible que estuviera
abierta, ya que estaba segura de que no tenía tanta fuerza como para romper el
cerrojo de una sola patada… Eric, … ¿Podía ser que él la hubiera dejado abierta
adrede?... No, era imposible. Él ya no era el Eric que yo conocía, me había
secuestrado junto a aquellos tipos y aquí me tení… Pero… ¿Yo era imbécil o qué?
Tenía la puerta abierta, podía escapar y recurrir a alguien, no podía estarme
haciendo preguntas en ese momento. Así que asomé la cabeza por la puerta, el
pasillo estaba deshabitado. Giré a la izquierda y recorrí el mismo pasillo de
antes hasta llegar a la primera sala. Tampoco había nadie, mas no me fiaba.
Intenté no hacer ruido hasta que aguardé al lado de la puerta por la que había
entrado a este sitio aquella misma noche. Intenté abrirla, pero al contrario
que la de mi habitación, esta sí que estaba cerrada.
Tuve
que buscar otro camino, recordé que la otra sala no tenía más comunicaciones,
así que opté por volver sobre mis pasos y tomar la otra dirección del pasillo.
Y así lo hice, lo recorrí lo más rápido y sigilosa que podía en mi estado. Y
justo al cruzar una esquina, me detuve de un susto y me mantuve en silencio,
deseando que mi corazón no se oyera tan fuerte como yo lo sentía. Uno de los
secuestradores estaba en el pasillo, delante de una puerta. Y nada más verle,
otro salió de esa habitación.
-¿No ha querido comer? –
Preguntó el primer hombre.
-No, pero es normal.
Piensan que están secuestradas. Venga, vámonos con los demás. – Y desaparecieron
por la dirección que yo tenía pensado utilizar.
No
entendí esa conversación, ¿”piensan que están secuestradas”? Eso no tenía sentido.
Estábamos secuestradas. Bueno, es igual, seguí a aquellos tipos hasta que les
vi traspasar unas escaleras hasta un nivel superior. No estaba muy segura, pero
las subí después de ellos, sin hacer ruido. Cuando llegué arriba vi que
detrás de mí entraron en otra sala, y antes de que cerraran la puerta pude
captar la silueta de más personas allí dentro. Allí se reunían entonces. Desconfiaba, pero me acerqué a gatas hasta la puerta, quería escuchar lo que
decían, ver si podía averiguar algo. Uní la cabeza con la puerta y escuché con
gran atención.
-… nos la estamos
jugand… es demasiad… - Mierda, no se podía oír muy bien. Pero lo seguí
intentando.
- Cierto, tien… es
arriesgado. – Fui captando mejor las palabras conforme transcurría la
conversación. Había por lo menos ocho personas ahí dentro.
-…ebemos tom… decisión.
– Esa era la voz del chico que había luchado contra mí. Le tenía miedo, me
estremecí nada más recordar su puño arañándome.
Y la
voz de Eric me distrajo.
-Ya es tard… llevarla.
Tiene que… bar la prueba. - ¿Prueba?
-Nos vas a… líos.
Muchos líos.
-Cállate, 1. – Eric parecía
enfadado.
-No, call… tú, 6. 1
tiene raz…
Lo
siguiente que pude apreciar fueron gritos y riñas, no lo entendía muy bien.
Hasta que la voz del chico que había dado el discurso antes en la supuesta “prueba”
rompió la disputa.
-¡Está bien!... demos
intentarlo. … le una oportunidad. Sino… aun borr… su memoria. – Se mantuvo un
silencio incómodo, no entendía mucho, pero en pocos segundos oí palabras de
acuerdo por parte de muchas voces.
-Ya… eis iros. – La voz
del luchador apareció de nuevo. Y al oír esas palabras corrí en dirección a las
escaleras, ascendiendo otro nivel. Recibí el sonido de la puerta abrirse y
unos pasos, me mantuve quieta, sin moverme, sin hacer ruido, sin respirar, con
los ojos cerrados. Hasta que oí de nuevo la voz del chico del discurso.
-¿Habéis oído eso? –
Entonces los pasos por las escaleras se detuvieron.
-¿El qué?
-Un ruido, no sé. –
Silencio.
-Seguid caminando, yo
ahora os alcanzaré. – Eric… ¡mierda! Algunos pasos siguieron su camino, otros
solitarios regresaron hasta el principio de la escalera.
¡¡Mierda!!
Entonces salí corriendo como nunca. Terminé de subir las escaleras y giré a la
derecha sin saber por dónde estaba yendo. Corrí por un montón de pasillos a
ciegas, recordaba el camino que estaba tomando: derecha, izquierda, derecha,
primera puerta de la derecha, siguiente puerta, izquierda. Giré la siguiente
esquina y traspasé una puerta. La cerré sin hacer ruido, esperando que no me
hubiera oído. No veía nada, la habitación estaba a oscuras, pero no podía
encender la luz, así que me mantuve callada tocando la puerta.
No
noté ningún movimiento ni un solo sonido. Le había dado esquinazo. Di unos
cuantos pasos siguiendo la línea de la pared, hasta que algo me empujó y caí al
suelo. Después noté un peso encima de mí y unas manos que presionaron mis
labios, impidiéndome gritar.
-Buen intento. – Era Eric.
No podía verle, pero era él. Continué dándole patadas y golpeando, intentando
en vano que se apartara de mí. - ¿Vas a parar? – Pero no lo hice, al menos no
durante un rato. Él no se movió de donde estaba, esperó a que yo me rindiera.
Y, al final me detuve. Eric se levantó y me cogió de la sudadera, levantándome
como si fuera una simple manta. No me soltó y encendió la luz.
Mis
ojos tardaron en acostumbrarse a la luz, pero mientras me dirigía a la puerta
por la que yo había entrado, comprobé que había otras dos puertas en la
habitación, y si no había oído nada al entrar, Eric debió de esperarme allí.
Por lo que sólo había un camino, ahora me faltaba averiguar a dónde llevaba.
Tenía que conseguir volver a escaparme y tomar ese atajo. Si me daba otra oportunidad
para ello claro.
No
me resistí en el camino de regreso, pero
él no se atrevía a soltarme, me agarraba de la muñeca y hacía fuerza. Me dolía
mucho, pero no me atrevía a quejarme. Llegamos al nivel de la escalera, y
bajándola nos cruzamos con otro hombre. Era al que llamaban 9. Se detuvo cuando
nos vio bajar, nos prohibió el paso y miró a Eric.
-¿Qué ha ocurrido?
-Se había escapado. –
Admitió Eric. 9 me dedicó una mirada de sorpresa, luego se convirtió en ira. Se
acercó a mí y me cogió por el cuello, haciéndome aun más daño que Eric, quien
me soltó la muñeca y se apartó.
“No
deberías de haberlo hecho.” Esto es lo que me decían los ojos de 9.
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