22 noviembre, 2011

¿El fin justifica los medios? - Capítulo 6


ERIC

 
No aguantaba más, tener a Rutz mirándome asustada entre lágrimas a apenas un par de metros de mí me destrozaba por dentro. Quería levantarme de mi puesto y abrazarla, disculparme por el dolor que podía ver que le estaba creando. Pero no, no podía ser así, por lo que le mantuve la mirada y disipé esos anhelados pensamientos de mi mente. Ella volvió a hundir el rostro entre las piernas y emitió pequeños sollozos de angustia, dejé de observarla a la fuerza para dirigir mi atención al reloj de mi muñeca. 22:02
Con gran decisión, me acerqué hasta ella y me detuve de pie, delante suyo, esperando a que levantara la cabeza, pero no lo hizo, siguió llorando. Respiré fuerte y le llamé la atención.
-Venga, levántate. Es hora de irnos. – Mi tono era frío con ella, pero debía de seguir mi papel, tenía que conseguir que me odiara.
-¿A dónde?... – Sus palabras me llegaron con dificultad por su tono ahogado. Fui a contestarle, pero al final no fue así. En vez de ello, la recogí de un brazo y la levanté ágilmente. Su reflejo fue separarse lo más rápido de mí y vigilar mis movimientos por si acaso. Su mirada me dolió más de lo que ella pensaba realmente, pero hice amagos de separarme de ella e ir hasta la puerta para abrirla. Volví a girarme y le di órdenes de acompañarme. Tuve que repetírselo hasta que, con duda se acercó hasta mí y cruzó el pasillo antes que yo. Cerré la puerta y le indiqué el camino.
Iba caminando a mi lado pero con distancia de por medio, ella intentaba quedarse atrás, pero yo le negaba ese privilegio sin llegar a tocarla. Con mucha tardanza, acabamos llegando a la sala principal del escondite. Miré a Rutz de reojo, sabiendo que estaba reproduciendo lo sucedido allí durante la tarde. Intentaba que no me diera cuenta de sus intenciones, seguro estaba de que había memorizado el camino desde el cuarto hasta esta sala para aprovecharse llegado el momento.
-Es por aquí. – Le indiqué. Y traspasamos hasta una sala continua a través de una de las siete comunicaciones. Allí estaban seis de mis compañeros y las cinco chicas. Bien, si no se habían escabullido, 7 y 8 estarían en el piso superior haciendo guardia.
Rutz se detuvo cuando vio a sus compañeras sentadas en el suelo y atadas por las muñecas, aterradas, y mudas por una cinta adhesiva que les impedía emitir sonidos.
Una de ellas, una joven muy parecida en rasgos a Rutz, pero con el pelo muy negro y rizado, a diferencia de su cabello liso y con un tono rojo brillante, emitió un sonido ahogado, delatando nuestra posición. 9, que estaba hablando con los cinco restantes, se giró de improvisto y se quedó observándonos, a mí y a Rutz.
-6 ya apareció. – Avisó a 8 por un micro que llevaba incrustado en el cuello de su camisa.
-¿6? – La voz de Rutz apenas fue escuchada, no entendía la situación todavía. Me giré y comprobé que estaba paralizada, nos separaban unos metros. Me dirigió una mirada interrogativa, por un momento vi la ausencia de miedo en ella, pero volvió cuando me acerqué hasta ella con andar desafiante. Intentó que no consiguiera agarrarla, pero falló. Y la conduje hasta el resto de las adolescentes. La obligué a sentarse, fijándome siempre en su forma de mirar las instalaciones, aunque olvidó pronto estos detalles y dedicó toda su atención a comprobar el estado de sus amigas, que no paraban de llorar, acosadas por el miedo.
Yo me quedé con los chicos, a 1 y 3 no les vi muy emocionados cuando yo me uní.
-Vigilad a las chicas un momento. 6, tú ven. – La llamada de 9 nos dispersó, y él me condujo hasta una distancia prudente del grupo.
-¿Por qué no la has amordazado? – Se le veía nervioso, aunque tenía motivos.
-No quería hacerlo, y no lo veía necesario. Apenas ha dicho dos palabras estando yo presente.
-Aun así, cíñete al plan. Ya ha comenzado dándonos muchos problemas. Accedimos todos a que ella podía ser entrenada, pero porque tú lo querías así. Nos la jugamos demasiado sabiendo que tenéis una relación emocional. – Hizo una pausa y continuó. – Vigílala.
Hizo intento de volver con el resto, pero le detuve segundos antes.
-Va a superar la prueba, sino no estaría haciendo esto.
-Ya lo sé, pero aun así debo avisarte. Lo que estás haciendo es arriesgado. – Y continuó.

Eran las 22:10, momento de comenzar. 5 comenzó, y cuando sus palabras empezaron a hacer eco por las paredes, las seis chicas le prestaron atención.
-Os vamos a soltar ahora, no intentéis escapar, somos siete y vosotras seis. Os ganamos en condición física por más que de sobra, estáis avisadas. – Su tono era de amenaza, y la verdad es que era un hombre robusto, era el que más imponía de todos nosotros. Después de esto, cada uno se acercó hasta la chica de la que se encargaba, les quitaron las cuerdas y la cinta adhesiva. Alguna intentó levantarse y escapar, pero como seguramente no habían comido nada de las frutas que se les entregó, estaban muy débiles y no les sirvió de mucho.
9, mientras se vendaba los nudillos, dio unos pasos hacia atrás. Después llamó la atención de las secuestradas.
-Tú, Nikky. Ven aquí. – La chica que respondía a este nombre se quedó inmóvil, estaba atónita y no se atrevía a hacer ningún movimiento. 5, su encargado, la levantó a la fuerza y la empujó hacia 9. Nikky se colocó delante suyo y de espaldas a sus amigas.
-Colócate en posición. – Dicho esto, 9 siguió su propia orden y obtuvo una postura de defensa. La chica no entendía nada, y con gestos dudosos e intermitentes, le imitó. Aun no había conseguido la postura para protegerse cuando 9 le disparó una patada hacia el costado. Un aullido de dolor escapó de la garganta de Nikky mientras se inclinaba, sujetándose con fuerza el abdomen. Sus rodillas llegaron a tocar el suelo en poco tiempo.
Mi compañero le ordenó que se levantara, ella no paraba de llorar y gritar de dolor. Se lo volvió a repetir con un tono más alto, y cuando la chica hizo amagos de levantarse, 9 se agachó, rápidamente giró sobre sí mismo con una pierna extendida para que chocara con la de Nikky, haciendo que volviera al nivel del suelo, pero de una forma más brusca que la anterior.
Aun no me había acostumbrando a esta primera fase. 5 reaccionó al ver que su secuestrada no conseguía levantarse del suelo, rodeó a las demás y recogió a Nikky en brazos. Ambos desaparecieron de la sala.
-Ahora Rutz. – Cuando oí su nombre se me heló la sangre, acordamos este orden, pero aun así no pude evitar que un escalofrío recorriera mi médula espinal. Rutz comenzó a gritar y a retroceder. 3 y 4, que estaban detrás de las chicas, le interrumpieron la huida y la empujaron hacia delante de una patada. Fui a reaccionar al ver su trato, pero 2 me dijo con la mirada que me quedara en mi sitio.
           Rutz gateó hasta colocarse en frente de 9. Se irguió, cobrando compostura.
-Ya sabes lo que tienes que hacer. – 9 adoptó la postura de defensa. Rutz desvió el rostro hacia mí, luego hacia 9 y negó con la cabeza.
-Colócate en formación. – Repitió 9 de forma amenazante. Pero ella volvió a negar de forma nerviosa, se le veía que intentaba retener las lágrimas.
9 descansó su cuerpo y dio un paso hacia ella, yo me adelanté y me coloqué en la espalda de ella. Entonces 9 se detuvo, me miró y regresó a su posición anterior, pero Rutz no se giró, mantuvo los ojos cerrados y postura rígida. Yo le di un pequeño toque de atención en su pie derecho, indicándole dónde debía colocarlo, después le recogí los brazos, poniendo resistencia por su parte, pero no demasiada. Cuando al fin conseguí que se mantuviera quieta me aparté, y dejé que continuaran. Ella volvió de nuevo el rostro para alcanzar mi movimiento, justo en ese momento su contrincante atacó, acertando con el puño izquierdo en su vientre. Rutz chilló y se retorció de dolor, las lágrimas ya aparecían en sus ojos, apretados por la tensión. Tardó un tiempo en recolocarse, pero no demasiado.
-Defiéndete. – Mas, ella volvió a negar asustada. Esta vez 9 no se contuvo y volvió a golpearle en el mismo punto. Rutz cayó al suelo, tumbada.
-Venga, levántate. – Elevó su pierna derecha por atrás para incitarla a levantarse, al ver que no resultó efectivo, le dio velocidad pero se detuvo en el último momento. Dejando que Rutz soltara un grito arrollador por la impresión y la tensión de la falsa patada.
9 se apartó de ella, quien se mantuvo tumbada en el suelo.
-Ya te la puedes llevar, 6. – Me deslicé hasta su lado, y esta vez no pude evitar sujetarla con delicadeza. No intentó apartarme, calló y me agarró del cuello para que me fuera más fácil moverme con su peso.
Di media vuelta y nos separamos del grupo, traspasamos la sala y tomé la comunicación que nos llevaba hasta su habitación. Ella no se atrevía a soltar mi cuello, hacía presión y escondía los ojos llorosos debajo de mi barbilla.
Sabía que ahora me tenía miedo, le aterraba no saber quién era yo, estaba muy seguro, pero creo que la confianza le pudo en ese momento. Aun así no solté palabra hasta que llegamos al destino. Abrí la puerta con la llave aun manteniéndola en brazos y me acerqué hasta la cama. Me incliné un poco para llegar a posarla sobre esta, pero Rutz no me soltaba.
-Por favor… - Susurró débilmente. Quería, ¡quería de verdad! Pero no podía permitírselo, tenía que odiarme con toda su alma.
La separé de mí haciendo fuerza en sus muñecas hasta que por auto reflejo las apartara de mí. Volví a la entrada y sin girarme le avisé.
-En media hora volveré a por ti. – Agarré el pomo y cerré la puerta. Me detuve en el cristal y la observé, había girado y colocado de cara a la pared, encogida. Le temblaban las piernas y los hombros, se sujetaba el abdomen con fuerza. Estaba llorando.
-Sé que eres lista, acércate a la puerta e inténtalo. – Susurré esas palabras para mí, confiado de sus actos, la conocía demasiado bien.


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