22 diciembre, 2011

Ojalá permaneciera el sueño


Mis pies desnudos acarician el desagradable asfalto. No sé dónde estoy, aunque sigo caminando hacia ninguna parte, tan sólo camino.
Es de noche y la calle de la ciudad por la que transcurro está desierta, exceptuando a unas pocas sombras con las que me cruzo, pero no me miran, ni se fijan en que yo existo.
Sigo caminando…
Llego hasta un semáforo en rojo, me detengo. Espero ahí unos instantes, mirando fijamente al pequeño hombrecillo recto. Por fin, es sustituido por uno más ameno en su lugar.
Traspaso las líneas asonantes de la carretera hasta llegar a una plaza custodiada por árboles sin hojas. Entonces un parpadeo inesperado ciega levemente mis pupilas. Unas luces sobre mí desprenden una luz amarillenta que se va extendiendo por mi alrededor como una plaga. Presto un poco más de atención y compruebo que forman  siluetas de estrellas y campanas, pero ello no me incumbe.
Sigo caminando…
Una ráfaga de viento consigue que me estremezca, hace mucho frío, demasiado para mi aguante. Por este detalle me doy cuenta de mi vestimenta; simplemente un sujetador negro y  una braga del mismo color, debajo de una camisa blanca de mayor tamaño del adecuado. No lo entiendo, pero tampoco me importa.
            Sigo caminando…
Me muevo por la calle principal, con paso lento. Me rodean tiendas cerradas y ventanas pertenecientes a hogares invernales, donde sombras ven la televisión, cenan o tal vez duermen plácidamente en esta noche extraña.
Sigo caminando…
Otra luz parpadeante, pero esta vez su color es verde. Tiene forma de cruz, una farmacia. Me detengo cuando la hora aparece en la pantalla: 04:23. Pero me da igual.
Sigo caminando…
El sendero de la calle no desaparece, parece interminable y repetitivo. Me resulta todo muy familiar, tanto el color de los ladrillos como la disposición de las estructuras. Mas no logro averiguar su procedencia.
Sigo caminando…
Me decido a cruzar la carretera de nuevo y alcanzar la otra acera. Salto con gracia hasta el asfalto, un coche pequeño, un MINI, se acerca hacia mí. No le presto gran atención, por lo que continúo andando con el mismo paso desganado. El vehículo casi me roza, yo me aparto hacia atrás asustada y desconcertada. Casi me atropella, por lo que parece no me ha visto.
El susto ya ha pasado, no ha sido nada.
Sigo caminando…
Otra vez me vuelvo a encontrar con otras sombras como las de antes, pero no parecen las mismas. Pasan de largo. Nadie me ve…
Mi cuerpo se para sin permiso. No entiendo nada mientras miro a mi alrededor buscando el motivo. Una puerta llama mi atención a la derecha. Giro para contemplarla. Es moderna y bonita.
Me es familiar, ¿pero de qué? Empujo la puerta, está abierta. Cruzo a oscuras, guiándome por mis manos. Hallo un botón con la circunferencia azul eléctrico, lo presiono. Un sonido proveniente de una planta superior hace que me asuste. Me estoy inquieta hasta que una línea de luz blanca aparece ante mí y se va ampliando, es el ascensor.
Entro en él y observó los botones con los números, hay hasta el 9… no recuerdo que hubiera tantos pisos en la fachada. Aprieto el número 3, las puertas de la máquina se cierran y me elevan hasta el nivel acordado. Me adelanto hasta encontrarme entre las paredes del pasillo. Observo con dificultad al no haber luz. Sin saber por qué, me dirijo hacia la izquierda, traspasando una puerta de gran tamaño.
Es una sala vacía, habitada sólo por dos puertas. Ando y me paro delante de la primera de ellas. Sé que conozco esta visión.
Le doy un pequeño toque y admiro como se abre la puerta lentamente. Ante mí se halla un pasillo estrecho, también las luces están apagadas. Lo recorro con miedo y serenidad a la vez, ya que conozco algo desconocido. Paso de largo el baño a mi izquierda y también una puerta para seguir el camino de este pasillo. Pero antes de alcanzar el salón me detengo, delante de otra puerta.
La admiro, también la conozco. Agarro el manillar y entro en la estancia.
Allí encuentro primero un armario, mi vista recorre la oscura habitación: unos dibujos en la pared, una mesilla, una cama… y una sombra tumbada sobre ella.
Me acerco sigilosamente hasta su lado, y me siento sobre la colcha. Por fin mis ojos se acostumbran a la imperceptible luz que se cuela por la ventana, y me encuentro con un joven, dormido. La almohada le esconde una parte del rostro, pero me sobra para comprobar su expresión de tristeza, da la sensación de que descanse sin poder realmente.
De repente un cosquilleo estremece mi pecho, él sí que me es familiar, pero sigo sin poder recordar. Mi mano se adelanta a mi decisión hasta que rozo su mejilla, estoy asustada. El chico abre los ojos, medio dormido. Dirige la mirada primero hacia delante y después me observa. Se queda quieto unos instantes, luego cierra los ojos de nuevo y su garganta comienza a proferir un ruido.
-Otra vez este sueño… - Lo dice sin ganas. Yo callo, y le observo con curiosidad.
Vuelve a abrir los ojos para mirarme de nuevo, no parece extrañado de que siga allí. Se incorpora y apoya contra la pared, quedándose sentado en frente mío.
-¿Por qué no hablas esta vez? – Entiendo sus palabras pero no el significado de estas, así que sigo callada. Él me observa. Separo los pies del suelo y los junto con mi cuerpo, acabo arrodillada delante de él. Parece desganado, no tiene buen aspecto. Elevo los brazos hasta que mis manos vuelven a entrar en contacto con su rostro. Entonces me fijo, debajo del labio inferior se ve una sombra de cabellos. Yo me río levemente, me hace gracia su perilla. Me mira con interés, sonríe por mi comportamiento y lleva sus manos hasta las mías. Las sujeta con delicadeza y cierra los ojos.
-Te echo de menos… - Su voz se rompe, y con sus palabras un relámpago aflora en mi cabeza. Cierro los ojos y grito. Él se asusta y me sujeta de los brazos para no caer. Yo me aferro en cuanto puedo a su cuello y comienzo a llorar, intentando separarme del ataque de imágenes y vídeos de recuerdos que emanan de mi mente al igual que un grifo sin cerrar.
El dolor dura unos segundos, y al final desaparece. Me quedo quieta, titubeando en volver a mirarle o no. Me separo de su lado y vuelvo a mi antigua posición. Le miro con tristeza… ahora sí que recuerdo sus ojos.
-Ángel… - Consigo pronunciar. Esta vez quien me recoge el rostro es él. Se acerca hasta mí y me besa con ternura los labios, seguido me recoge en brazos y me coloca en su regazo, apoyando así yo la cabeza en su hombro.
Evitamos las palabras, aprovechando el momento, ya que sabemos que es mínimo. Las horas transcurren, hiriéndonos en silencio.
-No quiero irme de tu lado… - Lo anuncio con lágrimas en los ojos.
-Ni yo… pero en unos minutos sonará el despertador… y tú te irás de nuevo.
-No es justo… - Ángel no responde a esto último, en vez de eso, me rodea con ambos brazos y me protege de la nada, intentando creer que haciendo este gesto no desapareceré.
Ya falta muy poco, unos segundos apenas. Libera uno de sus brazos del agarre y me eleva desde la barbilla. Me da otro beso, este más largo y profundo.
-Nos vemos dentro de unos años. – Me dice con una sonrisa. Sé que esas palabras sólo las suelta para intentar animarme, él no cree en ese tipo de ideas.
-Te quiero… - Consigo pronunciar a tiempo.

El sonido del despertador acompaña a la mañana. Ángel da vueltas sobre sí y detiene el molesto ruido. Abre los ojos, ella ya no se encuentra a su lado.
-Yo también te quiero…


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