La dulce y nítida melodía rompió el silencio nocturno de la estancia.
Una mano surgió en la mesilla donde se encontraba el despertador e hizo que el
canto del violín dejara de sonar. La mano voló hasta el rostro de Ivy, que aun
con sueño, intentaba abrir los ojos. No le costó gran esfuerzo perder el sueño,
tan solo unos segundos. Miró en dirección al despertador, las 5:00am.
Al igual que cada mañana, se irguió en la cama y recogió con
delicadeza la pequeña cajita que había cerca de la lámpara, apreciando su
tallado céltico como si fuera la primera vez que lo surcaba con la mirada. Tuvo
cuidado a la hora de abrir la reliquia de madera y dejó al descubierto a una
bailarina de marfil bailando y creando círculos y ondas imaginarios con su fino
cuerpo al son de un vals nórdico tranquilo y seductor. Dejó el recuerdo de su
infancia en su lugar correspondiente, en el mismo ángulo donde lo encontró,
como si no lo hubiera tocado.
Recorrió su apartamento con los ojos cerrados guiándose por las
paredes hasta llegar a la cocina, allí estuvo preparándose un té con aroma a
naranja y fue hacia el salón para dejarlo encima de un pañuelo de seda sobre la
mesa, perpendicular a la silla y paralelo a una pila de libros también situados
sobre el mueble.
Fue directa a la minicadena que tenía en la estantería, rodeada por
una columna de discos de música ordenados alfabéticamente a la derecha y una
procesión de libros en línea de más alto a más pequeño en la izquierda, y puso
una tranquila canción nórdica. Se colocó en el centro de la habitación, dio un
pequeño sorbo al té, volvió a posarlo sobre el pañuelo y se dispuso a hacer
unos calentamientos con movimientos libres y firmes. Y cuando ya hubo
calentado, sus giros perfectos y serenos empezaron a crear dibujos en el aire
junto a un tornado a su alrededor, dando vida y color a su apasionado baile.
Pasó largas horas bailando sin descanso, hasta que sus ojos oscuros se
posaron sobre el reloj de pared y observó que ya eran las diez de la mañana,
debía dirigirse hacia el estudio de ballet para llegar allí una hora después.
Recogió la taza de té y el pañuelo y regresó a la cocina, lavó el recipiente de
cristal para guardarlo en su lugar y el pañuelo lo extendió sobre el granito.
Después volvió a formular sus anteriores pasos hasta el dormitorio,
donde se cambió de ropa y preparó la del ensayo de ballet, se sentó frente al
espejo y observó su perfecto rostro; liso y coloreado en las mejillas, con sus
ojos nocturnos destacando frente a todo lo demás. Era, perfecta, simplemente
perfecta, y ella lo sabía sin escrúpulos. Estaba segura de que quién dijera lo
contrario simplemente tendría envidia de no ser ella, igual de bella y sensual
que una diosa. Apartó los ojos de su reflejo y comenzó a maquillarse para
mejorar aún más su expresión. Cuando por fin hubo acabado, se acerco a la
cajita de música con la bailarina y la cerró con sumo cuidado, rompiendo así la
melodía y el baile de la figurita femenina de su interior. Recogió su bolsa de
danza, salió del dormitorio hasta la puerta del apartamento y la cerro tras de
sí con un ruido casi imperceptible.
Cruzó la avenida principal de la ciudad con paso elegante, andaba de
forma firme, sin preocupaciones, y siempre con la cabeza bien alta mirando
hacia delante. Todos los hombres con los que se cruzaba se paraban de golpe,
atónitos por la belleza que acababa de cruzar junto a ellos, un espejismo
pensaban algunos. Y, a ella, cuando ocurría una sonrisa de poder aparecía en su
bello rostro. Les lanzaba miradas insinuantes para ponerlos nerviosos cada vez
que un hombre atractivo rozaba su movimiento, le encantaba tener el poder.
Al fin, llegó al estudio de ballet, el más importante y deslumbrante
de la ciudad. Bajó la vista hasta su reloj de muñeca, las 11:00am. Siempre
puntual y perfecta, no había día que llegara un minuto antes o un minuto
después. Abrió el gran portal para entrar en el majestuoso y moderno edificio,
estaba desierto. Era la primera en llegar, como todos los días. Se dirigió a
los vestuarios para cambiarse y prepararse; esa mañana tenía una importante
prueba para un papel protagonista, mas no estaba nerviosa, sabía que lo
conseguiría.
Después de salir del vestuario fue directa a la sala de espejos más
amplia, sus compañeros aun tardarían en llegar, así que tenía tiempo. Al
entrar, un movimiento inesperado captó su atención, y en la esquina más alejada
sus ojos captaron a un pequeño felino gris, su mirada esmeralda se clavó en
ella y comenzó a deslizarse con elegancia por el parquet hasta la joven
paralizada. Ivy estaba aturdida al no comprender cómo había conseguido aquel
gato entrar al estudio, pero aun se sobresaltó más cuando, al mirar al espejo,
no consiguió ver el reflejo del animal, sino una sombra oscura con forma
humana. Ivy dio un grito mientras tiraba la bolsa al suelo y se echaba hacia
atrás hasta que su espalda chocó contra una superficie.
-Hola Ivy, que pronto has llegado, ¿no?… Bueno, como siempre la
verdad. -
Eran sus compañeros, ya habían llegado para la prueba, Ivy volvió de
nuevo su rostro hacia la sala, pero el felino ya no se encontraba allí, había
desaparecido.
Minutos más tarde, todos los allí presentes estaban por grupos
ensayando y calentando para la prueba más importante del año, todos hablando y
juzgando menos Ivy, que se mantenía fuera del grupo, practicando por su propia
cuenta. Nunca había querido relacionarse con la gente, los creía por debajo de
ella y pensaba que sería una pérdida de tiempo estar con ellos.
Y, por fin, después de los nervios de la espera, llegaron los jueces y
directores de la obra. Empezaron haciendo pruebas sencillas para luego ir
subiendo el nivel. Ivy consiguió pasarlas sin mayor esfuerzo, estaba muy
confiada en sí misma. Todo le fue perfectamente y pensó que lo había logrado
cuando la hicieron presentarse ante los jueces por ser finalista.
-Ivy, ¿verdad? - Preguntó la mujer de mayor edad, alguien amable y
suelta.
-Así es, señora. - Respondió ella con voz firme.
-Muy bien, - cortó la conversación el único hombre del grupo -
queríamos decirte que hemos agradecido que alguien de tu nivel haya decidido
presentarse, eres muy buena y se nota que llevas años practicando este tipo de
danza, pero… -
-¿Pero?... ¿Acaso ocurre algo? ¿No os ha gustado mi forma de bailar? -
Les interrogó Ivy con brusquedad y enfado.
-Tenías demasiada ambición a la hora de moverte, no te soltabas, eras
demasiado… fría.
Ivy se mantuvo callada, no estaba segura de qué debía decir en esa
situación, nunca la habían desechado, jamás. Siempre había conseguido el papel
principal y ser la primera con preferencia, menos esta vez. No quería llorar,
pero la rabia le devoraba las entrañas por dentro. Les dio la espalda a sus
superiores, recogió su equipo de ballet y salió por la puerta del estudio con
la cabeza bien alta mientras todos sus compañeros se quedaban atónitos por su
comportamiento inadecuado.
Cuando llegó a su apartamento abrió la puerta y la cerró de un portazo
detrás de sí, estaba furiosa, se sentía defraudada, pero no por ella, sino por
sus superiores; no habían apreciado su arte, el arte que habría tenido la obra
si ella hubiera sido la protagonista. Quería ver con sus propios ojos como
fracasaba ese espectáculo.
Se dirigió a su habitación y se paró en frente de la puerta cerrada,
sin llegar a entrar. El corazón le dio un vuelco al oír la melodía de su caja
de música al otro lado de la puerta. Abrió la puerta con fuerza sin saber lo
que se encontraría al otro lado, pensaba que sería un ladrón o alguien, pero en
vez de una persona, tan solo se encontró con un gatito gris, el mismo que horas
antes estuvo en su ex -estudio de ballet,
ya que se había auto-despedido a ella misma. El pequeño animal la
contemplaba sentado desde la cama, de la misma forma en que su mirada verde
intensa la había hipnotizado antes, poniéndola nerviosa y tensa con la misma
facilidad.
-Ey, pequeño… ¿Cómo has conseguido entrar? - Pronunció su pregunta
retórica con desconfianza y se fue acercando poco a poco al animal. Aunque
admitió que aquel felino tenía un encanto adorable.
-¿Acaso no me reconoces, Ivy? - Aquella voz femenina no provenía de
ningún lugar en concreto, se encontraba en la imaginación de la chica, pero
parecían las palabras del animal.
Ivy se asustó y giró sobre sí para averiguar de dónde provenía la voz.
Al solo encontrar al gato en su dormitorio, le miró con desconfianza y preguntó
ella esta vez.
-¿Eres tú quién habla? -
-¿Acaso ves a alguien más en esta casa a demás de tú y yo? Te creía
más lista Ivy. -
-¿Pero quién eres? - Preguntó ya con pavor en el cuerpo. -
-Ya te lo he dicho antes, soy tú. -
A Ivy una idea le recorrió la mente en ese momento, sin dejar de mirar
al gato gris que se encontraba en frente suyo mirándola fijamente, fue
moviéndose hasta el cuarto de baño, encendió la luz y se dio la vuelta para
poder apreciar mejor el tatuaje del gato que llevaba en la espalda pero… el
tatuaje ya no estaba allí. Ivy dio un grito de pánico al no ver el dibujo en su
piel y al darse la vuelta se encontró al felino justo en frente, sentado con
mirada considerada y tierna.
-Vale, esto me está empezando a asustar, ¿qué eres? -
-Soy tu lado oscuro, Ivy, yo puedo ayudarte, sé que anhelas el respeto
de la gente que te rodea y ser perfecta danzando, quieres poder de convicción,
y yo puedo otorgártelo. -
-¿Cómo puedo confiar en ti? Tan solo eres parte de mi imaginación. -
Intentó convencerse a sí misma de que aquel ser no existía realmente.
-Soy parte de tu imaginación porque soy parte de ti, pero puedo
cumplir tus deseos, simplemente pídemelo, compruébalo si no me crees. -
Aquella voz que resonaba en su cabeza tenía un fuerte poder de
convicción, lo que Ivy siempre había deseado y se sintió segura, aunque también
desconfiaba de ella, pero no tenía nada que perder, ya no. Quería venganza.
-Está bien; desearía ser aun más perfecta, poder bailar siempre y que
la gente apreciara mis movimientos y mi cuerpo, estar por encima del resto, ser
siempre y completamente PERFECTA. - En el rostro de Ivy se podía ver la
ambición y la codicia que recorría todo su cuerpo, siempre desearía más, nunca
estaría satisfecha con nada, y eso, el felino lo sabía.
El gato se quedó inmóvil ante ella mientras la contemplaba fijamente,
y la voz femenina produjo una carcajada de diversión.
-Chica tonta, siempre querrás más y más, así no aprenderás nunca a
vivir y a disfrutar de la vida, pareces una joven dulce y atractiva con ese
rostro con el que te bendijeron, pero lo único que has hecho ha sido
aprovecharte de ese don para tu propio beneficio; tan solo eres escoria. - La
voz iba sonando cada vez más fuerte y peligrosa, el gato se iba irguiendo y el
pelaje del lomo empezó a enderezársele y, entonces, el animal se abalanzó sobre
Ivy, dejándola sin conocimiento.
Ivy perdió la noción del tiempo, un fuerte dolor le atravesaba la
cabeza y sentía todo su cuerpo entumecido. Al abrir los ojos se recorrió a sí
misma con la mirada,… ¿llevaba puesto un tutú?... Se levantó con cuidado para
no marearse y se encontró en una cavidad muy pequeña llena de espejos, con una
música nórdica sonando de fondo. Entonces, sin ella percatarse, su cuerpo
empezó a bailar al son de la melodía, ella no controlaba sus movimientos, se
había convertido en una marioneta de marfil, en la bailarina de una caja de
música.
Mientras bailaba se percató de que el gato gris que se le había
abalanzado era muchísimo más grande que ella y se encontraba tumbado, delante
de la caja de música observando los movimientos de Ivy, disfrutando del
precioso sonido y con lo que parecía una sonrisa de gloria en la cara.
El felino miró fijamente a los ojos temerosos de Ivy y le avisó con
perspicacia:
“Las apariencias engañan…”
Que pedazo de 7 que has escrito!. me encanta como has llevado la historia en todo momento, cada vez me asombras mas^^
ResponderEliminarte quiero tanto que no puedo explicarlo con plabras n__n
Aiiiii calla callaaaaaaaaa -^^- Y graaacias -^^-
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